lunes, 11 de septiembre de 2023

ANDREA GRAUS; "CIENCIA Y ESPIRITISMO EN ESPAÑA, 1880-1930".

En la segunda mitad del siglo XIX nace el espiritismo en Estados Unidos, con celeridad se difunde por Europa y se desarrolla en Francia donde Allan Kardec surte a sus distintas prácticas de un cuerpo teórico. Bajo el influjo francés penetran en España las doctrinas espíritas, comenzando como un movimiento clandestino condenado por la Iglesia Católica; esta persecución atrajo a un mayor número de simpatizantes, algunos pertenecientes a grupos anticlericales. El espiritismo se presentaba como una religión científica con seductoras aspiraciones de reforma social que calaron entre las clases obreras, pero, también, se granjeó la atención de sectores de las capas medias y altas incorporando a importantes personalidades de la sociedad. Se fundaron asociaciones, organismos, federaciones y centros espiritistas comprometidos con actos de caridad que llevaban a cabo proyectos humanitarios, organizaban congresos, conferencias y charlas, y se multiplicó el número de publicaciones de libros y revistas. El auge del espiritismo motivó el interés de eminentes hombres de ciencia, preferentemente pertenecientes al campo de la medicina, interesados por la relación cuerpo-mente-espíritu y su conexión con los fenómenos sobrenaturales. Suponían que los presuntos mensajes del más allá podían aportar conocimiento de la existencia de vida después de la muerte. El canalizador de estos mensajes era el médium; por lo tanto, convirtieron a estas personas, los médiums, en su mayoría mujeres, en objeto de las investigaciones psíquicas. En un tiempo donde los términos psíquico y psicológico no estaban bien definidos se fundaron instituciones que se ocupaban de campos muy variados: espiritismo, ocultismo, hipnosis, medicina, psiquiatría, etc., algunas de estas disciplinas fueron antecesoras de la parapsicología. En España a diferencia de otros países no existieron estudios colegiados, las iniciativas fueron emprendidas de forma individual. Aquellas personas del ámbito científico que se dedicaron a estudiar estos fenómenos tuvieron que soportar las burlas, las críticas y el ninguneo del mundo académico, casi la totalidad de sus colegas se negaron a colaborar en estas investigaciones por miedo al ninguneo y el ridículo. 

Aunque, con el propósito de obtener pruebas materiales, pusieron todos los medios tecnológicos conocidos a su alcance (el principal la fotografía, técnica que a finales del siglo XIX y principios del XX estaba en pleno auge), los resultados fueron poco o nada concluyentes. Las circunstancias en las que se daba el fenómeno y la naturaleza incontrolable del mismo: no se podía forzar, ni obtener a voluntad, las impresiones fotográficas debían hacerse a oscuras o con escasa luz (las imágenes salían borrosas o defectuosas), los controles no tenían ningún rigor ni garantía (cuando se establecían controles con un mínimo de exigencia las experiencias mediúmnicas caían en picado o simplemente eran inexistentes), los médiums se negaban a participar si se les imponían determinadas condiciones; tantas pegas, tantas dificultades, tantos fracasos impedían situar la manifestación en el entorno del laboratorio donde poder realizar una investigación de calidad que pudiera dilucidar la autenticidad de los hechos observados, despejar dudas y alejar las continuas sospechas de simulación, engaño y fraude. Sin embargo, estas investigaciones no cayeron en saco roto; al convertir al médium en sujeto de análisis, se buscaron las causas de los fenómenos en el interior de su mente, se produjeron avances en el campo de la psicología experimental, contribuyó al desarrollo de teorías sobre el desconocido dominio del subconsciente, al progreso en el diagnóstico de las patologías psicológicas como los trastornos de personalidad múltiple, la histeria o el sonambulismo; la evolución en el estudio de la sugestión y las alucinaciones individuales y colectivas; el uso clínico de la hipnosis (hipnoterapia); o el nacimiento de la Metapsíquica, una corriente, fuerza auxiliar del espiritismo, que intentó, a través de la ciencia, atraer a escépticos y materialistas con el atrayente objetivo de "averiguar el destino de nuestras almas y nuestras personalidades psíquicas en el tiempo y en el espacio". 

Aunque el movimiento espiritista estaba firmemente establecido, bien organizado y contaba con medios suficientes de propaganda, no gozaba de credibilidad dentro del espacio científico, por lo tanto dirigió sus esfuerzos en llamar la atención de diferentes profesionales próximos a la ciencia con la intención de ganarse respetabilidad y hacerse publicidad, pero no para conocer la verdad; aún así los científicos que participaron en estas experiencias trataron de buscar una explicación científica, y por unas vías llegaron otras, abriendo nuevas disciplinas de investigación y estudio.