lunes, 30 de marzo de 2020

ANTONIO ALTARRIBA & KEKO; “YO, ASESINO”.


La pulsión asesina forma parte de la condición humana desde siempre, desde que el hombre es hombre el mal habita dentro de cada uno de nosotros; el homo sapiens nunca ha dejado de ser un asesino. 
Asesinar sin motivo, sin resentimiento ni conveniencia aparente, como principio de creatividad. Matar a una persona para que realmente exista, para que la víctima, y no el asesino, adquiera notoriedad y deje de ser un ente anónimo es una tarea complicada: con distanciamiento emocional, hay que encontrar a la víctima adecuada (no elegir a conocidos ni a nadie cuya muerte beneficie al ejecutor); buscar la manera y el lugar donde matarle (al ser posible no repetir formas que usaron otros); eliminar las pruebas para no dejar ningún rastro y tener un plan de fuga. Matar artísticamente rechaza la impostura y el oportunismo, exige complicidad con la víctima y preparar el asesinato concienzudamente como corresponde a una obra de arte; pintar un cuadro con la verdad de la muerte, con la verdad de la sangre que gotea y se extiende por el lienzo. Blanco y negro, blanco y negro y rojo que sorprende al espectador desprevenido, «el arte puro no busca reconocimiento… puede, incluso debe prescindir del público». La muerte como mayor espectáculo del mundo, no hay nada más humano que un cadáver que provoca curiosidad y miedo, como un primer encuentro con la divinidad.    
La naturaleza sofisticada del arte, la literatura, la música. La naturaleza sofisticada de la lucha por el poder en el mundo académico y en la política. La naturaleza sofisticada del juego (o necesidad) de matar. Para triunfar hay que matar, sólo matando se alcanza el poder. Sin violencia no hay cultura, ni civilización, ni historia, ni nada. Toda la existencia gira en torno a la crueldad desde la base de los mitos y ritos más primitivos hasta la cúspide de los más modernos. 
Un cómic, reflexión estética y moral que provoca, interpela y agita la placidez del lector en su sillón.

lunes, 23 de marzo de 2020

TRIBULACIONES (XXXII)


Auto-compas-ion:
Auto; se orienta, controla, decide, mueve, cambia por sí mismo en propia persona.
Compás; (puede abrirse y cerrarse), regla y medida, determina, valora, marca la cadencia y el ritmo de las acciones.
Ion; partícula con carga eléctrica formada por un átomo o un grupo de átomos positivos o negativos. 
Controla, cambia, decide, valora, mide, marca, determina su estado positivo o negativo por sí mismo. Palabra trina, amable con la incompetencia, carencia, debilidad, imperfección y vulnerabilidad del dolor íntimo parte de la experiencia humana. Nace donde nace el dolor, crece donde crece el dolor, dentro de uno mismo, y con el dolor se queda, aliviando, cuidando, aceptando, satisfaciendo los déficits de la felicidad.
Patrón de términos que gestionan emociones, buscan sosiego y bienestar: autojustificarse, autoanimarse, autoperdonarse, autoamarse, autoconsolarse, autoescucharse, autoresponderse, autoapoyarse, automejorarse, automisericordioso. 
Pensamos, sentimos, actuamos. Erramos, pecamos, fracasamos. Somos falibles, somos limitados, ¡que le vamos a hacer! Sin magnificar, sin suprimir, sin exagerar lamentos ni minimizar fallos, satisfacemos las propias necesidades de la autocompasión; somos amables con nosotros mismos.

miércoles, 4 de marzo de 2020

TRIGÉSIMA OCTAVA NOCHE


21:06
Poeta es el oficio más ingrato del mundo, o eres grande, muy grande, o no eres nada. 
El poeta sólo puede aspirar a pasar a la posteridad, a la gloria eterna.
21:09
Se erigen tumbas al soldado desconocido para honrar la memoria de todos aquellos combatientes que murieron sin poder ser identificados; ¿por qué no levantar también monumentos funerarios al poeta desconocido en conmemoración a todos aquellos pretendidos bardos que morimos en el anonimato sin ver cumplidos nuestros sueños?
21:12
Decir, yo de mayor quiero ser poeta, era como decir yo de mayor quiero ser vago. (La categoría de vago estaba por debajo de la de nada)