viernes, 20 de junio de 2025

CENTÉSIMA NONAGÉSIMA QUINTA NOCHE

21:35

En avión no he volado nunca, ni creo que lo vaya a hacer, elevarme en el aire por encima de las nubes sobrepasa mis posibilidades físicas y psicológicas; el miedo es libre, se dice, a mí me amarra los pies en la tierra y soy incapaz de despegar. 

21:37

En barco he navegado dos veces; en un mismo viaje, ida y vuelta. Ambas travesías fueron, casi en su totalidad, de noche; zarpamos de un puerto por la tarde y atracamos en otro la mañana del día siguiente. Pasé la ida durmiendo, y a la vuelta, desafiando el mareo, me mantuve despierto para contemplar el amanecer en alta mar. Amanecer hermoso que el mar altruista regala.

21:41

En tren he viajado siempre que he podido y volveré hacerlo en cuanto se presente la ocasión. El encanto del tren no lo supera ningún otro medio de transporte. Hace unos cuantos veranos estuve a punto de morir congelado en un vagón a causa de la temperatura extremadamente baja a la que estaba programado el aire acondicionado, opté por refugiarme en el único lugar en el que estaba a salvo de la maldita glaciación; el servicio, de donde entraba y salía, entre fragancias y sudores, según las necesidades del resto de viajeros.  

21:45

Habitualmente viajo por carretera, en automóvil particular; el autobús me produce claustrofobia y las paradas en ruta se me hacen eternas. Prefiero que me lleven a llevar, que me conduzcan a conducir; la concentración, la atención, la alerta continua me impide disfrutar del paisaje, me fatigan, me estresan; el trayecto, por corto que sea, se me hace interminable. Y no soporto los túneles, una mala experiencia marcó mi vida, cuando un túnel se aproxima, aminoro la velocidad y, entre sudores, reviso mil veces que llevo encendidos los faros; aún así deseo bajarme del coche y atravesarlo andando.   

21:50

Es una falacia decir que el mejor viaje es aquel que se hace sin moverse del sillón de casa; aunque la sugerencia es muy tentadora y yo le saco el máximo partido.