lunes, 2 de junio de 2025

CHESTER HIMES; "POR AMOR A IMABELLE".

Harlem años cincuenta, encrucijada y reflejo de la sociedad negra estadounidense de la época. Barrio de mala fama que de noche la gente evita y las patrullas de policía apenas controlan. Lugar donde hay sectores oscuros, desiertos y lúgubres, aventurarse por esos parajes es arriesgarse a perder el pescuezo sin que nadie vea ni oiga nada. Carteles de "Se busca" pegados en las fachadas con fotos de negros reclamados por asesinato en Mississippi ("significa que están acusados de haber matado a un blanco porque matar a un negro no se considera asesinato en el estado de Mississippi"). Prostitutas, chulos, descuideros, chorizos, traficantes, hampones, drogadictos, toda clase de chusma pululando por sus calles, vendiendo o comprando sexo, alcohol y drogas. Depravación social, delincuencia y violencia van de la mano. Ambiente de marginalidad donde una pareja de polis afroamericanos, encargados de mantener el orden, ejercen su ley que no es otra que la ley o no-ley del gueto. Ataúd Johnson y Sepulturero Jones, altos, desgarbados, desaliñados, corpulentos; tipos de aspecto común con raídas gabardinas grises y abollados sombreros de alas dobladas que portan revólveres de fabricación especial, cañón largo y niquelado; honrados a carta cabal y duros como el acero: "hay que actuar duro para trabajar en Harlem, la gente del barrio no siente ningún respeto por los policías negros". En Harlem corría el dicho que la pistola de Ataúd podía cargarse a una piedra y la de Sepulturero enterrarla. Antihéroes con agallas, tan crueles, violentos y vengativos como los delincuentes a los que persiguen.

Un tal Jackson, joven corto de entendederas, feligrés anabaptista, educado en el viejo Sur, con firmes convicciones religiosas, de esos que se santiguan cada vez que tienen algún problema; se enamora perdidamente de Imabelle, una muchacha de piel canela, labios carnosos, ojazos pícaros y sensual meneo de cintura. Se conocieron en un baile, pasaron de las citas a vivir juntos. Jackson poco sabía de Imabelle, sólo que, como él, había salido de algún rincón del Sur y que algo escondía en su pasado que le asustaba. Pero, tío, para mantener a una mujer así a tu lado necesitas prosperar, si no pronto encontrará a otro. Ella propone y él dispone, el negocio está servido: transformar billetes de 10 dólares en otros tantos de 100, así como el que hace churros, con la misma facilidad que se volatilizan todos los ahorros invertidos. "Te camelan con que te van a dar la guita y luego arramblan con la tuya y ahuecan". Un timo más viejo que el turrón en el que la chorba va de consorte con el chorizo, hace de gancho para soplarte el dinero; el cebo es Imabelle una buscona sin escrúpulos que va a sacar todo lo que puede de quien se deja. Para salir del atolladero comete un delito, robar a su jefe y, posteriormente, para tapar el delito consuma una estupidez, gasta lo sustraído en una sala de juego. Tengo problemas, reverendo. El Señor ayuda a quien se ayuda a sí mismo, hermano Jackson, lo esencial es tener al Señor de tu lado. La cadena de despropósitos es cada vez mayor y acarrea severas consecuencias. Comienzas a pensar que el Señor te ha abandonado, y es que cuando uno agarra la racha chunga lleva camino de hundirse en la miseria. Ya no tiene sentido rezar.

Publicada en 1957, Por amor a Imabelle es la primera novela del conocido como Ciclo de Harlem, cuyos protagonistas son los detectives de la policía Sepulturero Jones y Ataúd Johnson; interesados en resolver los crímenes sin detenerse en disquisiciones morales, personajes que en las siguientes entregas irán acaparando presencia y tomando cuerpo. Escrita, al igual que el resto de la serie, en el argot callejero de Harlem (traducida a su equivalente en español), retrata los bajos fondos, las condiciones sociales y ambientales de un distrito urbano donde se entremezclan tragedia, violencia y humor negro. Abigarradas historias de ritmo intenso, dinámico y plausible.