lunes, 22 de enero de 2024

JUANA CASTRO; "HEREDAD. CARTAS DE ENERO".

Duerme la niña envuelta en un sueño tan grande como el mundo, un sueño impreso en la huella de la infancia, un sueño estéril que será mujer presa de adornos y maquillajes, vestida en el dolor de la belleza, sonreirá al espejo con sumisión cotidiana. Mujer como una flor, como el agua, lluvia, cascada y mar. Vino, miel, heno, enjambre de hojas y manos en la tierra. Cuerpo que se hace mujer sometida a la rudeza de una existencia invisible, que cava en la huerta, que lava en el río, que cose, que cuece el puchero, que amasa el pan, que friega, que abrillanta, que limpia, que recoge la basura, que sola da a luz a la vida con el frío entre los dientes. Mujer condenada a ser nieta, hija, hermana, madre de una copia de espinas que odia y maldice. Madre naturaleza, fértil, lozana, a su paso todo florece, todo brota, todo nace. Cuerpo de fuego detenido, carne yerma y despojada, almas sensibles condenadas a transformarse en pájaros. Mujeres fuertes como la abuela sentada al sol esperando la muerte y la madre acompañada de silencios. 

Ritos, faenas del campo, costumbres rurales, la trashumancia, un patio de cal antigua, sabores a galletas y patatas, olor a aceite y trompetas en el aire; recuerdos de una niña rural por caminos de olmos y rosales. Amores de adolescencia, labios carnosos, ojos negros. Voluptuosidades del verano, del ensueño de la siesta, de la noche estrellada, de las lecturas prohibidas. Acudir a la llamada de la voz como un halcón adiestrado, fiel a los ojos que miran, a los brazos que abrazan, a las manos que acarician, al misterio cósmico del amor. Amar es navegar por el suplicio, desbordarse, delirio largo, quemarse en brasas y barbarie. No se es dueño del amor, ni de la vida. No se puede volar más alto que un sueño. Cuando se pierde queda llorar como si fuera el mundo un circo y nosotros los payasos. 

Contar los años, olvidar recuerdos entre miedos y nieblas. Soledad del grito apagado arrancado a la memoria. Entre el nacer y el morir aprendemos que al amanecer no se cumplen los sueños.