domingo, 12 de diciembre de 2010

LEONARD MLODINOW; “EL ARCO IRIS DE FEYNMAN”.

Para situar el escenario digamos que el Instituto Tecnológico de California, más conocido por su acrónimo Caltech, es una fábrica de manufacturar premios Nobel, superan la treintena (entre alumnos y profesores) los que han salido de sus aulas, poderosas razones que le sitúan entre los centros de mayor prestigio en la investigación científica mundial. Pues bien, en este paraíso o infierno del saber, según se mire (su tasa de suicidios era muy elevada en comparación a otras instituciones académicas de los Estados Unidos), desembarca, cargado de dudas e inseguridades y una beca de post-doctorado, Leonard Mlodinow para, agraciado por la providencia, ocupar un despacho vecino al del hombre que inspiró su vocación por la física teórica; el individuo en cuestión se llamaba Richard Feynman un tipo vitalista que apunta maneras tocando los bongós, que le gusta cantar y bailar la samba, que expone con éxito los cuadros que pinta bajo seudónimo, que frecuenta buscando inspiración los garitos de topless y estriptis, que en su juventud participó en el desarrollo de la bomba atómica formando parte del proyecto Manhattan, que creó “los diagramas de Feynman” un método para estudiar las interacciones y propiedades de las partículas subatómicas, que en su currículo destacan múltiples labores sobre computación cuántica y nanotecnología, que para amenizar la rutina ayudó a entender porqué explotó el transbordador espacial Challenger y que por su trabajo en electrodinámica cuántica recibió el Premio Nobel de Física en 1965 compartido con Julian Schwinger y Sin-Ichiro Tomonaga.

Cuando en los caminos por los que nos lleva la vida nos encontramos con un hombre de personalidad fascinante e inteligencia vivaz, pecado de ignorancia imperdonable sería no acercarnos a él, dedicarle tiempo, cultivar su amistad, tirarle de la lengua, abrir las orejas, prestarle atención y transmitirle afecto. Así lo hizo Mlodinow con Feynman y el resultado de la transcripción de sus conversaciones grabadas es este libro homenaje de respeto y agradecimiento a un genio sin prejuicios sabihondos, cercano, modesto (no se cree superior a los demás ni que su trabajo sea más importante que otros), divertido y algo excéntrico, que se siente como un Sherlock Holmes buscando descubrir los misterios del universo; considerado “el Einstein de los tiempos modernos” nos habla de la belleza de las leyes del cosmos, del universo maravilloso, de la teoría de cuerdas, de matemáticas y también del amor, de la felicidad, de arte, de dios, de la importancia de la imaginación, la creatividad y la perseverancia para enfrentarse (con alegría) a los problemas que la ciencia y la vida plantean; sus palabras suenan claras, sin pomposidad, marcadas por un discurso informal coherente con su fama de gran divulgador científico (popularizó la física teórica a través de sus libros y conferencias) y excelente maestro.
Richard Feynman murió de cáncer el 15 de febrero de 1988 en Los Angeles.