viernes, 15 de abril de 2011

PIERRE SOUVESTRE Y MARCEL ALLAIN; “JUVE CONTRA FANTOMAS”.

 Con longevo éxito nacional e internacional de ventas entre lectores de todos los extractos sociales, la serie a la que pertenece esta novela (segunda en el orden de publicación) se inicia en el año 1911 por encargo del editor Artheme Fayard a la pareja de escritores y periodistas formada por Pierre Souvestre (1874-1914) y Marcel Allain (1885-1969) que combinados en asociación, repartiéndose la faena con equidad distributiva (uno redactaba los capítulos pares y el otro los impares), dieron a la imprenta y surtieron a los kioscos de 32 obras, lista a la que hay que sumar 11 títulos más que Allain produjo en solitario después de la muerte de Souvestre. De esta prolífica pluma dual nace Fantomas “El Emperador del Crimen”, villano donde los haya de la literatura popular francesa, malo malísimo que aunque las características de su idiosincrasia corresponden a las de un bellaco decimonónico, muestra rasgos que aventuran el comportamiento criminal del sicópata moderno; es un asesino frío, despiadado, sin remordimientos, capaz de matar y apropiarse de la identidad de la víctima si ello le sirve para cumplir sus malévolos propósitos; maestro del disfraz auténtico hombre de los mil rostros, de los mil vestidos, de los mil aspectos, una personalidad camaleónica que se funde y confunde entre el elenco de personajes del drama engañando a los guardianes de la ley y el orden, para permanecer siempre inquietante, siempre sospechoso sin mostrase claramente culpable: “la silueta enigmática y nunca precisa del misterioso Fantomas que turba la tranquilidad pública, aparecía, sembraba la muerte y el espanto y vuelta a desaparecer; se desvanece”; tan espectral que oficialmente los mandamases de la policía y los tribunales, en un principio, se niegan a admitir su existencia. Incapaz de ser leal a nada ni a nadie, se rodea de una banda de facinerosos reclutados en las cloacas de los bajos fondos parisinos, exreclusos, chulos de trotacalles, matones de cabaret, rateros violentos, miserables condenados a sufrir la marginación incluso en el nombre, cada uno de ellos responde por su alias (Tonelero, Barbudo, Zapador), polichinelas malencarados, actores secundarios de una trama de atracos y asesinatos al servicio de los intereses de su jefe, carne de cañón a la que si el guión lo exige se sacrifica.
Gabinetes movedizos, casas trampa, arquitectura laberíntica, callejones sin aparente salida, entradas secretas, artilugios producto de una mente retorcida que comparte habilidades entre la magia potagia y la ingeniería; obstáculos perversos que ponen a prueba el ingenio investigador de Monsieur Juve, inspector de la Sûreté Prefectura de Policía de París, el perseguidor tozudo, el reverso de la moneda, el polo opuesto, pero como todos los extremos estos también se tocan: hábil en el disfraz y el disimulo, versado (si la ocasión lo requiere) en emplear trucos de maleantes, un arte a añadir al empleo de la lógica aplicada a las informaciones que le proporcionan los espías infiltrados, los soplones, los mendigos vagabundos o las golfas desvergonzadas novias de delincuentes que denuncian a sus amantes por venganza. Todo sirve para cumplir con la obsesión y el deber de descubrir, neutralizar y arrestar al sanguinario archienemigo.

Lucha de contrarios, juego del ratón y el gato donde a veces la trama invierte los papeles y el ratón pasa a ser gato y el gato ratón: un corre que te pillo de personajes que en cada página apuestan la vida. En la mejor tradición de las novelas folletinescas, en su día cosecharon el elogio de los surrealistas (al dictamen de Bretón, claro está) y posteriormente sus historias fueron llevadas al tebeo, a la televisión y al cine. De las adaptaciones realizadas para el séptimo arte, este Asno aficionado entusiasta a las comedias de suspense de serie B se atreve a recomendar la trilogía de películas filmadas entre 1964 y 1967 por André Hunebelle con Jean Marais como Fantomas y Louis de Funés como Juve.