sábado, 3 de mayo de 2014

CARLOS GIMÉNEZ; “JONÁS. LA ISLA QUE NUNCA EXISTIÓ”.



Si bien cada día suceden varias acciones paralelas que ponen en juego la rutina del existir cotidiano, supone un hecho extraordinario que surjan acontecimientos extraños, sucesos peligrosos, casualidades inesperadas, peripecias que entretejidas entre sí convierten la vida humana en el argumento cardinal de una narración de aventuras.

Los medios de información comunican las noticias, una buena y otra mala. La buena: una empresa multinacional está construyendo una gran presa en África, esta obra se enmarca dentro del proyecto económico-social de aprovechar la desalación del agua marina con el fin de hacer fértil el desierto; el alma mater de la compañía, su ingeniero jefe, es un hombre altruista, un modelo ciudadano que pone todos sus conocimientos al servicio de los más necesitados con un doble objetivo, erradicar el hambre y la sed. La mala: toda la policía permanece en estado de alerta; una sicópata asesina ha escapado del Penal Nacional de máxima seguridad, en su demencial huida va dejando un rastro de sangre, cualquiera que se cruce en su camino, ya sea un vagabundo inocente o un honrado agente de la ley, se expone a ser tiroteado y rematado; el número de víctimas es un suma y sigue, no parará hasta que se consuma su venganza; toda venganza se debe a una traición y toda traición, entre delincuentes, tarde o temprano se paga. Presentados el bien y el mal, definidos, hasta en los rasgos faciales, desde las primeras páginas sin matices (como debe ser, que a veces en los matices se diluyen los malos y se pierden los buenos); el destino de los antagonistas confluye en el abordaje interior de una aeronave convertida en escenario hostil. Antesala de la acción, comienza el viaje a un lugar lejano, fantástico, exótico, imposible, la isla del mito, de la leyenda, tierra ignota que nadie ve, que aparece y desaparece, que haberla hayla, allá donde los personajes se enfrentarán a situaciones comprometidas, de peligro, se encomendarán a todos los dioses, pondrán a prueba su valor, salvarán la vida en el último momento y el peligro cimentará la amistad.

 La acción, sin recovecos en el desarrollo, mantiene el orden lógico del hilo argumental clásico, característico de un tipo de narrativa juvenil adscrita al subgénero de aventuras; si bien como el cine familiar del sábado por la tarde es apta para todos los públicos, cualquiera puede perderse entre sus páginas. Gestada con el sencillo objetivo de entretener, es amable con el lector que encuentra lo que busca si lo que busca es pasar un buen rato de lectura fresca y amena. Engancha, se lee de una sentada sin quitar el ojo de sus viñetas y bocadillos.