08:55
No me gusta desayunar en la cama, sólo lo hice obligado cuando tuve que guardar reposo durante meses por motivos ajenos a mi voluntad (supongo que quien se encama por un periodo largo de tiempo lo hace por motivos ajenos a su voluntad -menos Juan Carlos Onetti-). Casi un año desayunando, comiendo, merendando y cenando semitumbado en una cama antigua de 0,80 x 1,90 m. Apoyaban la bandeja del ágape en una mesa de cama con tablero regulable en diferentes inclinaciones, tubos metálicos ajustables a la altura y patas en forma de U con cuatro ruedas distribuidas uniformemente en ambas viguetas. Sobre la base de esa mesa dibujaba paseantes, ensamblaba puzles de sueños, escribía escapadas a la calle y leía a los clásicos, a los modernos y novelitas del Oeste de Marcial Lafuente Estefanía.
Restablecida la salud, repuestas las fuerzas guardé la mesa de cama plegada en un armario, allí permaneció hasta que mi madre se la prestó a una vecina y no volví a verla jamás.
09:02
Siempre que visito un hospital me fijo en las mesas de cama, y me tientan las ganas de preguntar al personal auxiliar o de enfermería o de medicina si alguna vez han visto a una mesa así y asá, con esto y lo otro, del año que ni me acuerdo. Hay objetos que permanecen vivos en la memoria más que muchas personas. Siento nostalgia de ella.