lunes, 14 de marzo de 2016

TRIBULACIONES (XX)

Creer en la creencia: 

Vivir es ante todo una cuestión de creencias. Creemos en la familia, creemos en la iglesia, creemos en el estado. Creemos en una fraternidad, creemos en una religión, creemos en una ideología. Creemos en los ídolos, creemos en los sacerdotes, creemos en los reyes. 

Efectuamos ritos porque creemos que deben efectuarse, respetamos las prohibiciones porque creemos en los deberes y en los derechos. Creemos en el orden, en la jerarquía, en la forma, creemos en el poder que orienta nuestras vidas, sin imaginar que pueda existir alternativa, renunciando a la aceptación de un nuevo estado. Creemos en dogmas sin valor porque creemos que no creer puede desencadenar una fenomenología con graves consecuencias para nuestro porvenir. Creemos en reglas creadas por otros como si fueran nuestras reglas. 

Creemos en nuestra inocencia y en la culpabilidad de los otros (creencia primitiva), creemos en nuestra mentira y en la mentira de todos los que comparten nuestra creencia. Creemos por esperanza, por temor, por la necesidad de aplacar la angustia que conlleva toda existencia. 

Creemos en la redención del progreso. Creemos en el camino a ninguna parte de nuestra civilización. 

Las personas se pueden acostumbrar a cualquier emoción: al odio, al dolor, a la rabia, a la pena, pero no a la falta de fe; sentimiento en discordia unido por un único pensamiento humano que nos hace llorar de dicha o de tristeza. Quien se aparta de ella, está perdido.