Bienvenido a la vida civil,
Chet se matricula en un colegio universitario, su principal materia de estudio
es la música, detrás la literatura inglesa. Aprende a tocar con sencillez, a no
liarse demasiado con la trompeta; “la mayoría del público se deja impresionar
sólo por tres cosas: la rapidez con que toques, los agudos que consigas, la
fuerza y el volumen que saques al instrumento”, a él todo esto le resbala e
incomoda, le resulta un tanto exasperante. En Los Ángeles city logra estar
presente en muchas sesiones jazzísticas, algunas de las mejores y más
exclusivas de la época, son en esas reuniones donde empieza a escribir su
biografía donjuanesca, conoce una lista interminable de señoritas deliciosas,
una de las jóvenes queda embarazada pero sin futuro no puede haber niño. La
maría también pasaba por allí, confiesa que le chifla la maría; empieza a
probar de vez en cuando la heroína, confiesa que le chifla la heroína. De liar porros
a engancharse al caballo, el viacrucis es el mismo que han recorrido otros
artistas. Abandona el colegio universitario no sin antes aguantar la tópica
anécdota, un profesor de música vaticina que nunca conseguirá ganarse la vida
como músico, ¿bueno y qué? Carente de medios económicos y trabajo, decide
ganarse el pan reenganchándose en la banda del Sexto Ejército con base en la
ciudad de San Francisco, el compromiso es por tres años, largo lo fiais, aguanta
unos sesenta días mal contados; por mucho que lo intenta no puede soportarlo y
se ausenta sin permiso; “la frontera de México sólo estaba a cincuenta
kilómetros de Fort Huachuca, y la marihuana no costaba más de treinta dólares
el kilo”. Arrestado por la policía militar sus huesos dan en chirona, evaluado
en la enfermería se descarta la posibilidad de enviarle a la zona de custodia
del ala neuropsiquiátrica, directamente le expiden la baja declarándole: “no
acto para el servicio”. Sale de la disciplina del ejército por una puerta, entra
en la locura del jazz por la otra. Llega, ve, vence; se presenta a una audición
del grupo de Charlie Parker; sopla la trompeta y es contratado para la gira en
curso. Bird es un instrumentista monumental, extraordinario y aunque se mete
mierda a cucharadas y bebe cerveza por barriles, parece que todo aquello no le
produce ningún efecto, con él es imposible pasar un solo instante de
aburrimiento; ¿se puede pedir más?, tocar al lado de un genio y al mismo tiempo
divertirse. ¡Que continúe la fiesta!, graba varios álbumes para Pacific Jazz,
cuartetos, sextetos, octetos, sólo instrumentales, con vocalista, etc; realiza
el viejo circuito de los clubes de jazz por todos los Estados Unidos, actúa en
una película; le trincan por ligar algo de mierda, pasa cuatro días terroríficos
en la cárcel, ingresa en el Hospital Federal durante otros tres días donde le
mantienen a base de metadona; compra un Jaguar descapotable a un tío que
necesitaba guita urgente (su forma de conducir desaconseja ser su copiloto);
continua grabando en Los Ángeles; se casa y nace su hijo en San Francisco;
vuelve a detenerle la policía, esta vez acusado de traficante de drogas,
condenado a seis meses, pasa diez días en la enfermería y el resto de la pena
en prisión junto al común de los reclusos, realiza trabajo social dando clases
de música, consume las horas enteras en el gimnasio ensayando o jugando al
baloncesto; lo pasa mal con la abstinencia. Está hecho polvo, empieza a tener
serios problemas para chutarse, las venas le desaparecen de los brazos, la piel
se congestiona, come poco y sufre terribles espasmos; decide meterse algún
tiempo en la nevera, limpiarse a fondo y dejar que el sol haga efecto sobre su
cuerpo; se recluye en una clínica. Lee todas las noches devorando libros a la
luz de una pequeña bombilla, ensaya con la trompeta un par de horas al día,
escribe y compone canciones; las hojas del calendario pasan deprisa, sale de su
internamiento antes de lo previsto, en la puerta le están esperando los
camellos para preguntarle qué cantidad de cocaína y heroína necesita.
Recuerdos, puntos de vista,
historias intimistas que Chet Baker nos cuenta con su propia voz: “Había oído
Birth of the cool de Miles, cuando salió en el 48. Todavía hoy en día, casi
treinta años después, suelo escucharlo con frecuencia.” Un relato inacabado de
especial importancia para él y para quien desee conocerlo.